León (México), 16 nov (EFE).- Alrededor de 200 globos aerostáticos de 25 países surcaron este sábado los cielos de la ciudad mexicana León, en el central estado de Guanajuato, en la edición 18 del Festival Internacional del Globo que concluirá este 18 de noviembre.
Entre los globos destaca el que maneja Glenn O’Brian, un piloto de Carolina del Norte, Estados Unidos, experto «cazador de vientos» con una experiencia de 15 años como piloto de aviones y con seis años con certificación para los aerostáticos.
A una altura de 2.500 metros, el ruido de la ciudad se quedó muy abajo y desde la canastilla de O’Brian se observan otros aerostatos que suban y bajan buscando los caprichosos vientos que los guíen hacia donde estos quieran.
A esta altura solo se escucha el rugido de los quemadores del globo aerostático y la conversación de los tripulantes que acompañan a O’Brian, que participa por cuarto año consecutivo en el Festival de León, que se celebra del 15 al 18 de noviembre.
«La libertad. Es muy pacífico aquí arriba. Puedo hablar sin ruido, puedo observar todo», afirma este piloto de 51 años al responder lo que más disfruta de volar en globo:
Aunque los despegues son tranquilos -como subir en un elevador- volar en globo no es para cualquiera. A final de cuentas, gobernar un aerostato no es tan sencillo como pudiera parecer, explica Glen, porque el piloto solo puede subir y bajar, y es el viento el que decide en qué dirección ir.
El globo puede seguir subiendo todo el tiempo, hasta que se acaba el gas de los quemadores; a mayor altura, el piloto y la tripulación requieren equipamiento especial para abastecerse de oxígeno y protegerse del frío.
Pero las experiencias extremas son para otra ocasión, el Festival del Globo es una oportunidad para que las 500.000 personas que asisten al Parque Metropolitano de León aprecien el cielo abarrotado de aerostatos con figuras como un robot gigante, Mickey Mouse, Darth Vader, Yoda y el Cristo de Corcovado.
Los organizadores programaron eventos para las mañanas y noches, que incluye espectáculos nocturnos de encendido de globos y conciertos masivos; el Festival se disfruta desde el cielo y en tierra.
Después de 40 minutos de subir y bajar cazando los caprichosos vientos, Glen decide aterrizar; esta es la parte más emocionante del viaje, la que demanda la suma de la pericia del piloto con la fortuna de tener a la mano un buen sitio para aterrizar.
Glen observa un campo de golf y caza un viento que lo empuja a esa dirección.
El globo, sin embargo, viaja demasiado rápido y el piloto decide restar velocidad con ayuda de la vegetación de la zona: la canastilla golpea la copa de algunos árboles, arbustos y nopaleras, con lo que consigue la velocidad adecuada para aterrizar metros adelante en un suave campo de golf.
Fue un buen aterrizaje para Glen y su tripulación. Un buen viaje, una buena experiencia, aunque, para el piloto, «las peores experiencias son las más divertidas».
Manuel Mora MacBeath