Entre López-Gatell y el resto de los mexicanos, o una gran mayoría de estos, hay un severo problema de comunicación, por causa de que alguna de las partes entiende la semántica de una manera personalísima, pues cuando el funcionario dice que algo es negro a nosotros nos da por malinterpretarlo y suponer que habla de que algo tiene la cualidad de negritud, hasta que nos revela que cuando él dijo negro estaba hablando de algo más bien gris o azul marino.
Lo mismo pasa cuando habla de máximo de muertos, de picos de la pandemia, de aplastamiento de la curva y ahora con el asunto de la vacuna universal, otra fuente de malentendidos, pues cuando la sociedad supone que eso de universal se refiere a todos los mexicanos, absolutamente a todos, él tiene que salir a corregirnos de nuevo y a aclarar el malentendido pues para él universal no se refiere a todas las personas, sino solamente a algunas.
Y es que no había tardado el presidente, su jefe y valedor, de decir que México tendría una vacuna, la rusa, la china o la que sea, disponible a principios del año entrante, infectados y muertos de por medio, aparte, el subsecretario de Salud salió a explicar que eso de hablar de la aplicación universal es mucho decir y que la dosis sólo la recibirán algunos, mediante unos filtros que detecten si el candidato a la inmunidad es mayor o menor de tantos años, si tiene comorbilidades que lo hagan una persona de alto riesgo y, no sabemos pero igual al rato, su militancia política, su credo o cualquier cosa que se les ocurra.
Por lo menos no matizó la aseveración de AMLO de que además de universal, aunque no tanto, la aplicación de la fórmula inmunológica será gratuita, hasta que nuestro semántico preferido nos explique que eso de gratis no es exactamente sinónimo de no pagar.
Como sea queda el asunto de tener una vacuna de efectividad comprobada, que no la hay, aunque nuestro mandatario ya se ofreció de cobaya humana para probarla; luego habrá que tener las dosis correspondientes, aunque ya no a 130 millones de mexicanos, sino a los que diga el doctor López-Gatell y proceder luego a cubrir el territorio con brigadas de vacunación lo que elevará el costo a mucho más de los 3 dólares que, adelantan, costaría en promedio cada dosis.
Y es que hay que comprar, almacenar, distribuir y aplicar las vacunas, lo que implica la articulación de un operativo, de su burocracia para administrarlo, de brigadistas para la aplicación, de transporte para cubrir el vasto territorio, campañas de información y etcétera, lo que nos habla de un esfuerzo para el que no sabemos si la Secretaría de Salud está lo suficientemente preparada, aunque ya podemos adelantar de que nos suena que no.
Por allí alguien que entiende hacía cálculos de cuánto se podría tardar la campaña para que todos, o los casi todos del doctor, reciban la vacuna, que podría tardarse de 6 a 8 meses, lo que nos habla de que si la vacuna está lista en enero, para ser todo lo optimistas que podamos, no se terminaría de aplicar sino hasta agosto o septiembre, es decir, dentro de un año largo o hasta poco más.