México, 16 jun (EFE).- El pueblo de Xoco, en el sur de Ciudad de México, tiene una gran legado que se remonta a la época teotihuacana, hace más de 1.700 años, una inmersión en la historia hoy amenazada por macroproyectos urbanísticos que hacen peligrar su fisonomía.
En Xoco se han encontrado restos arquitectónicos, cerámicos y líticos, así como enterramientos, que señalan la existencia de asentamientos en la zona durante las etapas Tlamimilolpa y Xolalpan de la cultura teotihuacana, que se extendieron aproximadamente entre los siglos III y VI d.C.
Al día de hoy, el legado histórico más visible del pueblo está vinculado al periodo colonial, del que destacan su intrincada trama urbana compuesta por serpenteantes calles, la capilla de San Sebastián Mártir -construida en el siglo XVII- o sus ricas tradiciones.
Entre las celebraciones locales figuran las fiestas patronales, que tienen lugar tanto el 20 de enero como el 20 de abril. Son unas conmemoraciones que se desarrollan en comunidad y durante las que se pueden disfrutar de múltiples actividades, como la danza.
Se invita a diversas agrupaciones centradas en esta disciplina, distinguiéndose las de «concheros» -de carácter ritual- o las del tipo «moros y cristianos», que también acuden a Xoco.
Asimismo, se puede disfrutar de gastronomía tradicional y de una romería, que desde hace siglos recorre las principales calles del antiguo caserío, con salida y llegada en el santuario de San Sebastián Mártir, patrón del pueblo.
«En esta peregrinación participan danzantes, músicos y vecinos. Además, en las puertas de las casas se ponen mesas en las que se regalan jícamas, agua fresca o pulque», describe a Efe Eva Lara Muñoz, oriunda de Xoco.
Estas tradiciones han permitido que Xoco haya sido declarado por el Gobierno de la capital como «pueblo originario», denominación que se aplica a comunidades cuya estructura social y política se mantiene desde hace siglos.
Este reconocimiento permite al antiguo caserío de Xoco poseer ciertas instituciones, como la «mayordomía», cuyos titulares -de carácter rotatorio- son los encargados de preparar las festividades.
Sin embargo, muchas de esas costumbres «se están rompiendo, porque la gente se está yendo a otros lugares de la Ciudad de México», denuncia Lara, ya que «son más baratos». La gentrificación también afecta a este «pueblo originario».
De hecho, los nuevos proyectos urbanísticos que se desarrollan en el lugar son los que estarían obligando «a muchos vecinos a vender y a irse, aunque se marchan con el alma rota», explica a Efe Julia Torres Casas, otra vecinas.
«Pero no queda otra opción, porque los impuestos prediales se han convertido en súper elevados», añade.
«Nos dicen que la plusvalía del terreno está subiendo, ¿pero a mí en qué me favorece? No pienso vender», señala a Efe Miguel Galicia Muñoz, presidente de la asamblea vecinal del pueblo de Xoco.
Entre las medidas contempladas en uno de estos desarrollos urbanísticos estaba la intervención -hoy paralizada- sobre la calle Real de Mayorazgo, principal acceso al pueblo, y que supuso acabar con una sesentena de árboles existentes en la vía.
«Hemos visto cómo se ha ido transformando nuestro pueblo debido a permisos que nosotros consideramos que no fueron legalmente otorgados», indica Galicia Muñoz, quien también es arquitecto.
Recuerda que aquellas obras que sean mayores a 5.000 metros cuadrados se consideran de «impacto urbano», por lo que requieren un «contacto con los vecinos, para que conozcamos bien a fondo qué es lo que se pretende hacer».
Sin embargo, esta exigencia no se cumplió. «Siempre nos enteramos cuando están a punto de hacer las cosas», sostiene.
«Tenemos una gran cantidad de edificios que van a seguir impactando en Xoco. Será muy difícil que podamos seguir transitando libremente como lo hacíamos hace 30 o 40 años», asegura el presidente de la asamblea vecinal.
Es algo que, según los vecinos, puede ocurrir debido a la creciente presión demográfica y de tránsito vehicular que se espera si se construyen todos los complejos proyectados.
Por ello, solicitan que «no se permita ni un edificio más en el pueblo de Xoco», al mismo tiempo que exigen que «se respeten los usos del suelo», señala Galicia.