Los Ángeles, 26 may (EFE News).- El fenómeno de las cumbias rebajadas en Monterrey da pie a «Ya no estoy aquí», película mexicana que estrena Netflix mañana y cuyo director, Fernando Frías, aseguró a Efe que esta expresión de contracultura daba esperanza y sentido a unos jóvenes que no veían futuro en su entorno.
«Unos chavos que eran mis alumnos me decían: ‘Prefiero vivir un año en la opulencia que una vida en la jodidencia. A tu edad probablemente yo ya haya muerto, pero no me interesa. Prefiero tener dinero y conocer los placeres de la vida que quedarme ahí'», recordó el cineasta.
«Eso, obviamente, me sacudió. Habla de una falta de oportunidades inmensa», agregó.
Ganadora del premio del jurado y del público a la mejor película en el Festival Internacional de Cine de Morelia, «Ya no estoy aquí», que protagoniza el debutante Juan Daniel García Treviño, se centra en Ulises, un joven que vive en una barriada de Monterrey y que trata de evadirse de la pobreza y la violencia a través de su pasión por la cumbia.
Sin embargo, un terrible crimen le acaba salpicando de rebote, por lo que Ulises debe abandonar Monterrey y mudarse a Nueva York.
Más allá de la historia y los personajes de «Ya no estoy aquí», la gran estrella de la cinta es la cumbia rebajada, una contracultura musical y endémica de Monterrey vinculada a otros conceptos como Kolombia o «cholombianos».
«Monterrey, siendo territorio casi fronterizo con Texas, tiene una influencia gigante del pragmatismo protestante, la cultura del cowboy y todo eso. Fue además la primera ciudad industrial de toda Latinoamérica y tuvo que echar mano de la migración de Veracruz, San Luis de Potosí…», apuntó Frías.
«Fueron migrantes a trabajar ahí y se asentaron en las colinas. Pero esa gente conectó no tanto por los ritmos sino por las letras con la cumbia colombiana, particularmente con las del acordeón, que según los etnomusicólogos es la voz del lamento, de la nostalgia», añadió.
Ese amor por la cumbia, envuelto en códigos pandilleros de ropa y lenguaje, presenta además una especial variación en cuanto al tempo de esas canciones.
«A mí lo que me atrapó particularmente es que la rebajaran, que la hicieran más lenta. En la cumbia rebajada, una canción que tenía que durar cinco minutos acaba durando diez o quince», explicó.
«La vuelve más oscura, más nostálgica. La vuelve además una metáfora para decir que no quieres que el tiempo acabe porque no hay futuro: ser joven en un lugar de México o Latinoamérica donde no hay oportunidades es no poder ser joven», señaló.
En un contexto de violencia, familias desestructuradas, drogas y falta de educación, Frías opinó que los jóvenes «reinventaron» la estigmatización y marginalidad que sufren por medio de su música.
«Si bien estos chicos no pueden articular de forma elocuente su respuesta, sí lo hacen de una forma meganotable a través del baile, de la identidad, de los colores, de la mística de la pandilla», explicó.
«Es contracultura porque es contestatario, responde a algo, es espontáneo y florece dentro de elementos sincréticos y culturales (…). Ese carácter espontáneo me parece característico de la naturaleza humana, pero el sistema económico tiende a oprimirla. El mundo tiende más a repetirse a sí mismo: mismas marcas en todo un mundo global que arrasa con el choque, el intercambio y el diálogo cultural», desarrolló.
Con temas como el clasismo, la identidad, la violencia y la inmigración como telón de fondo, Frías tenía claro que no quería actores profesionales para este proyecto.
«La idea no es solo darle voz a esta cultura sino contarla con sus propios elementos (…). Tenían que ser chicos de estos barrios, por supuesto, y la búsqueda fue muy exhaustiva. Talento es lo que, afortunada y tristemente, sobra, pero lo difícil son las condiciones: tienen que trabajar, tienen tres hijos con 17 años, están peleados, sufren violencia, están enganchados con las drogas…», indicó.
Con el estreno de mañana, Frías, cuya carrera también destaca por la serie «Los Espookys», culmina la travesía de «Ya no estoy aquí», que comenzó como un proyecto de maestría en la Universidad de Columbia, tomó forma tras ganar un concurso literario y después recibió el respaldo de Sundance, el Instituto Mexicano de Cinematografía y Netflix.
Y aunque la pandemia del coronavirus arruinó «drásticamente» el recorrido de la cinta por diferentes festivales, el director lo asumió de modo pragmático.
«Obviamente duele, pero puesto en perspectiva no es nada», cerró.
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